sábado, 22 de marzo de 2014

Un acercamiento a la prehistoria de la carrera de trabajo social en Jalisco.

¿Cómo surgió la carrera de Trabajo Social?, ¿Qué le dio origen? Son los cuestionamientos que sirvieron de hilo conductor del presente trabajo, en el cual se devela a una excepcional universitaria, maestra, doctora y trabajadora social: Irene Robledo García, mujer que ha trasencendido el tiempo y el espacio, dejando un legado de profesionalismo, amor y servicio a los demás, especialmente al que sufre necesidad.
El escrito es un sencillo bosquejo de la génesis de la licenciatura en Trabajo Social, que pretende ofrecer a docentes, estudiantes, o personas interesadas, un acercamiento a la principal protagonista de este trozo de la historia académica de nuestra. Universidad; cabe considerar que la información incluida, apenas queda enunciada, faltando aun investigar y profundizar en la prehistoria de esta carrera en nuestro estado.
También permitiría al lector, descubrir el servicio humano y responsable de este comprometido profesional, cuya tarea esta inseparablemente unida a la vida y el pensamiento de quién le dio origen: Irene Robledo García.
Actualmente es la única mujer que engalana la rotonda de los jaliscienses ilustres, siempre admirada, fundadora de la carrera en trabajo social, a quien se le conocía como la Srita. Irene, mujer de carácter, poseedora de una inusitada visión de futuro y virtudes como: la tenacidad y la feminidad, así lo testimonian maestras y alumnas que coincidieron con ella, al referir que siempre estaba presentable, vestida con buen gusto, cuidando los detalles ya bien con flores naturales en su escritorio o haciendo en torno suyo un ambiente acogedor en el que era la primera dispuesta a dar algo a los demás, dulces para los niños, un vaso de agua etc.
En una ocasión, hablando con ella acerca de la situación de la mujer le preguntaron si era feminista a lo que respondió:
“No, yo nunca he luchado en ese terreno; los hombres tienen su terreno y las mujeres el suyo. Que ellos se despachen con la cuchara grande… eso es otra cosa. Soy femenina, no feminista”.
En su actuar se conjuntaba, la fortaleza, el orden y la congruencia de vida, como lo testimonia quien convivio con ella siendo estudiante y después trabajando codo a codo durante 18 años.
Etienne de Padilla al afirmar: “vivía y actuaba como pensaba con una congruencia del pensamiento y vida que pocas veces encontramos”
Dicha congruencia de vida se manifestaban en una fuerte personalidad, que se entrevé en las palabras que dirigió en 1973, durante la primera jornada de ideología universitaria, al hacer referencia al lema de la universidad, en la que expresó las siguientes ideas:
“piensa y trabaja”: piensa, pero el que piensa sin traducir en hechos lo que está pensando es un demagogo, y la demagogia, ustedes saben, levanta discursos levanta críticas, pero no realiza hechos. Trabaja, otro imperativo, traducir en hechos lo que estamos pensando; no es característica de todos, todos podemos hablar, todos podemos indicar caminos, todos podemos decir hágase, pero ¿Cuántos podemos llevar a la práctica lo que estamos diciendo que se haga?
La sencillez era otra virtud que se percibía en la naturalidad de su actuar en el que no había asomo de vanagloria ni presunción, aun siendo poseedora de múltiples cualidades y capacidades, como se aprecia en la siguiente afirmación que hiciera en una entrevista: “…no tengo la culpa que las cosas que yo inicie pequeñas, se hayan convertido hoy en grandes obras”.
Fue una mujer de ideales, acciones, trabajo y compromiso, materializada en su gran capacidad de servicio el cual fue su principal objetivo en la vida.
En sus preocupaciones estaban siempre los demás: los niños, la juventud, la familia, los que menos tienen, la promoción de la educación, la salud y la justicia social.
Su vida comienza en Guadalajara Jalisco, el 5 de abril de 1890, tercera de una familia de diez hijos cuyos padres fueron el Lic. Don Constancio Robledo Hernández y Doña Concepción García Morales.
Siendo muy pequeña, la familia se trasladó a Tequila, Jalisco, cuando su padre fue nombrado juez en esa población, donde vivió su infancia y disfrutó de la tranquilidad campirana.
Su inclinación natural por la enseñanza pronto se hace evidente en los juegos con sus hermanos en los que ella solía ser la maestra.
En esa época, por la situación educativa que prevalecía en las poblaciones pequeñas de nuestro país, era común que los estudiantes sobresalientes se animaran a colaborar como maestros. Así cuando Irene termina la educación primaria, contando solo con 12 años permanece en la escuela como maestra auxiliar, y dos años más tarde en 1904, a los 14 años, recibe oficialmente su primer nombramiento como profesora.
En 1905 se traslada a Guadalajara en compañía de alguno de sus hermanos e ingresa a la escuela secundaria y normal para señoritas al igual que otras cuatro de sus hermanas; en tanto sus tres hermanos Luis, Benjamín y Miguel Otón estudiaban abogacía, contador público y literatura respectivamente.
De esa manera Irene estudia en la escuela normal del estado y poco después inicia  a dar clases particulares para solventar parte de sus gastos personales, debido al  recién fallecimiento de su padre. Del que recuerda su especial cuidado por inculcarle la amistad, la lealtad, la sinceridad y el cariño, valores de los que nunca claudicó.
A los 18 años escribía acerca de su percepción del trabajo u el sentido que le da éste a la existencia humana: “el trabajo significa elevación y grandeza: es el más glorioso triunfo del espíritu sobre la labor ciega e inconsciente de la vida.”
Poco después en 1911, llega a obtener el título de maestra normalista con la tesis, 2botiquin escolar.”
En 1914, cuando contaba con 24 años, es nombrada directora de una escuela primaria y catedrática de la escuela normal, en tanto ingreso también a la Universidad de Guadalajara como docente de la escuela preparatoria para señoritas, labor que desempeñaría durante 64 años en diferentes ámbitos: en la escuela preparatoria y normal mixta, la facultad de comercio y administración, la de economía, la de odontología y de trabajo social.
En 1920, al fusionarse la escuela preparatoria para señoritas y la escuela normal, en una sola institución recibe, el nombramiento de directora, tarea que desempeño durante 11 años, impulsando numerosas reformas a los planes de estudio, y a programas.
Como docente, impartió las materias de Metodología, física, sociología, español, nociones cívicas, principios de ética y metodología de la enseñanza, a través de las cuales motivaba siempre a los estudiantes a participar activamente en labores sociales y en organizaciones de apoyo a la comunidad.
El mismo año impulso la formación de la primera confederación de estudiantes de Jalisco y estableció una escuela nocturna para trabajadores, a la que asistían boleros, mandaderos, papeleros y niños que trabajaban en la fábrica de vidrio  Ávalos.
En unión con otras autoridades, estableció los desayunos escolares para niños de las zonas marginadas, siendo la principal promotora para que se incluyera una ración de granos o cereales, con el objeto de hacerlos más nutritivos.
Como directora de la escuela normal, instituyo una cooperativa escolar en la que se vendían acciones (no más de seis) a los alumnos con un costo de cincuenta centavos; así se beneficiaba a los estudiantes, con recursos económicos que les permitían adquirir sus libros y útiles escolares. Posteriormente también se incluyeron alimentos.
Dicho proyecto más tarde se denominó cooperativa escolar cuyos resultados dieron lugar a que en un congreso nacional educativo, emanara la disposición de reglamentar la creación de cooperativas escolares a nivel nacional.
Colaboro como maestra en la universidad obrera popular de Jalisco, (1921-1922) dando clases de matemáticas en turno nocturno destacando su esencial simpatía por el movimiento obrero.
Así mismo participo activamente en el círculo feminista de occidente “María A. Díaz”, enseñando a leer y escribir a los más pobres. A su vez que en los grupos que dirigía don Heliodoro Hernández Loza promovió el mejoramiento de los obreros, en el respeto a la jornada de ocho horas, el pago de un salario mínimo justo y su acceso a centros educativos con actividades deportivas, culturales y recreativas a fin de promover una mayor calidad de vida de los trabajadores y sus familias.
Por entonces ya gozaba de un gran prestigio en el ámbito educativo  por lo cual era respetada y tomada en cuenta por las autoridades del gobierno del estado y del sector educativo.
Formo parte del grupo de intelectuales convocados por el Lic. Guadalupe Zuno Hernández, Gobernador del estado, a fin de apoyar la reapertura de la Universidad de Guadalajara en 1925, participando activamente en su organización con el propósito de “poner la cultura al alcance del pueblo sin ningún sectarismo.”  
Tuvo especial interés junto con Enrique Díaz de León en la creación del Instituto Politécnico, como un servicio más de la Universidad, que promoviera la formación y capacitación de obreros, campesinos y empleados que desearan estudiar una carrera técnica.
Realizo todas las gestiones para separar a la escuela normal de la universidad, con el objetivo de delimitar claramente las responsabilidades y la injerencia de cada una de estas instituciones.
Fundo la primer escuela secundaria nocturna, como una respuesta a solucionar las dificultades que tuvieron las alumnas de la escuela normal, al separase de la universidad; más tarde se convertiría en la primera secundaria por Cooperación.
Por su gran interés por la medicina, en 1930 viaja a Estados Unidos e inicia sus estudios en homeopatía y más tarde odontología cuyo título de cirujano dentista lo recibió en 1936, ejerciéndolo por 20 años en la secretaria de salud de Guadalajara, con la gente más desprotegida.
Por el año de 1943, becada por la asociación cristiana femenina estudio en la ciudad de México, la carrera de Trabajo Social, en el área infantil del hospital del niño. Más tarde recibe otra beca para continuar los estudios de Trabajo Social en la Universidad de Denver cursando cuatro trimestres en el verano, ya que alternaba los estudios y el trabajo.
Su dominio del inglés y el francés, le permitieron tener una basta cultura y participar en congresos internacionales el de Beirut y Londres, así también representar a la Universidad de Guadalajara ante la UNESCO.
En 1948 establece en la asociación cristina femenina, una primera escuela de trabajo social, que no llega a consolidarse por falta de reconocimiento oficial; sin embargo impulsa una amplísima labor social con actividades de promoción de la mujer, la instalación de la primera casa-hogar para los hijos de las madres trabajadoras, una escuela de verano con cursos de diversa índole, campamentos, atención a ancianos y clubes.
Debido a que Irene Robledo estuvo siempre actuando en los primeros planos del escenario educativo jalisciense, después de elaborar el proyecto de la fundación de la escuela de trabajo social, pudo realizar las gestiones necesarias presentarlo a la universidad de Guadalajara, justificando ampliamente la necesidad de este profesional en la sociedad.
Así después de insistir un gran tesón, en 1950 sus esfuerzos encontraron respuesta, el entonces rector Jorge Matute Remus, hombre de reconocida sensibilidad, amplia cultura y sentido humano, aprobó la creación de un departamento de trabajo social para la Universidad de Guadalajara, siendo fundadora y primer directora. La Dra. Irene Robledo García.
3 años después un 3 de marzo de 1953, por decreto firmado por el gobernador González Gallo, inician las primeras cátedras de la escuela de trabajo social de la universidad de Guadalajara.
La misma Dra. Irene Robledo cuenta como se había fraguado en su interior la fundación de la escuela de trabajo social.
“platica que la escuela normal tenía un anexo, para el cual necesitaba una puerta o cancel, el cual le permitieron tomarlo de lo que quedaba de la antigua cárcel de Escobedo.
Se derrumbada la cárcel de Escobedo y se terminaba la construcción de la que hoy se derrumba-Penal de Oblatos- solicitamos un cancel, no los concedieron. Fui a buscarlo, empezamos a recorrer aquel edificio destruido por completo, pero con un fuerte olor a humanidad, la humanidad que había guardado por tantos años.
Recorrimos las crujías, llegamos a la cruhia de sentenciados, en esa crujía estaba escrito todo el dolor humano; aquellas paredes lista a desaparecer tenían letreros, algunos de ellos eran una evocación, otros una oración, otros un grito de venganza: caricaturas sobrepuestas una sobre otras, formaban una procesión interminable, de caras dolidas, de caras hambrientas, de caras llenas de esperanzas.
Me dice el ingeniero que me acompañaba… pero, ¿Qué ve usted aquí?, ¿Qué le atrae?... le dije: mire usted, aquí encontramos todas las ramas del dolor humano, absolutamente todo, fíjese usted: paredes de decían cosas, dibujos que tenían mil formas.
Seguíamos caminando y casi a la salida, escogí el cancel: de pronto se escuchó un grito, una serie de gritos. Me dije y le pregunte al ingeniero, ¿todavía hay supervivientes aquí?, si me dice, en ese rincón hay un grupo de chiquillos, y están las mujeres que están haciendo las tortillas para los procesos de oblatos.
Los chicos empezaron a gritar: ¡señora venga!, ¡señora venga! Me acerque a ellos, empezaron a acusar se unos a otros: ¡este se robó un pan!, ¡este se robó un dulce!, ¡éste hirió un compañero!, otro-el, as chiquillo –dice ¡yo no estoy preso, estoy aquí porque mi madre está presa, ella mato a mi padre!
Aquella expresión, aquellos niños, considerados como criminales a tan temprana edad, víctimas de sociedad, me conmovieron profundamente, y a su grito de ¡venga señora y vuelva señor!, les dije: ¡yo estaré aquí con ustedes!
A la salida me dijo el ingeniero: ¿Qué es la ley?, ¿Qué es la justicia?, ¿Qué son los jueces?, ¿Qué es la humanidad?, ¿Qué es el crimen? o ¿Qué nada más la cárcel ha de ser la única para poder redimir al hombre?, ¿no habrá otro camino?, ¿no habrá otro medio más humano, más científico para poder ayudar?
Desde este momento, el grito de aquellos niños me puso a estudiar, me puso a buscar, hasta encontrar un lema para aquellos niños, “por una humanidad más humana”.
Así este hecho aparentemente intrascendente, fue el detonante para trabajar en el inicio de la escuela de trabajo social.
En la vida de la Dra. Irene Robledo, la creación de la escuela de trabajo social viene a ser la cúspide de su obra, en ella vio cristalizados sus grandes anhelos; que la teoría incidiera en la realidad, el pensar y el querer en servicio de los demás. Para muchos fue su obra más acabada donde se conjugaban la enseñanza, el saber y el servicio en pro del humanismo que le da sentido a la profesión de trabajo social.
Entre los rasgos más característicos  de su personalidad se pueden enumerar: la vocación de servicio, su sentido común y capacidad de poner en práctica sus conocimientos así como el entusiasmo e iniciativa que solía tener en su trabajo; todo ello se evidencia en las múltiples instituciones que inicio.
Quienes la conocieron la describen como una mujer con sentido del humor, inteligente, generosa, clara en sus objetivos y en la manera de lograrlos, de carácter fuerte, Tañon J. la califica como poseedora de “la sabiduría de pensar en grande desde lo pequeño, y poder al estado al servicio de la gente sin poder”.
Una de sus principales tareas fue la de preservar la conciencia de grupo, se empeñaba en conformar equipos de trabajo en los que reinara la integración y la solidaridad, lo cual se llevó a la fundación de la asociación de trabajadores sociales universitarios de Guadalajara, con una especial preocupación de apoyar a las jóvenes generaciones.
Más tarde respaldo de forma económica y mora, la creación del colegio de trabajadores sociales universitarios de Jalisco, a, c. toda su vida se dedicó intensamente, al estudio, a la enseñanza y al servicio a los demás; modesta por naturaleza, le desagradaba hablar de sí misma, se empeñaba en pensar oculta, en alguna ocasión haciendo referencia a su vida expresó: “…se supone que nací y me la he pasado trabajando toda la vida. Es penoso decir yo hice, o yo quise hacer…”
En septiembre de 1978, después de 64 años de labor académica intensa e ininterrumpida en la Universidad de Guadalajara, presenta su renuncia como directora de la escuela de trabajo social.
La vida de esta insigne mujer, se desenvolvió en una época en la que como ella misma afirma: se hacia la guerra a las mujeres en todos los sentido. Quizá eso contribuyó a fortalecer su personalidad que en múltiples ocasiones pudo haber perecido dura, egoísta, dogmática, o extremadamente directiva.
Así después de ejercer la fructífera labor de la enseñanza, en favor de la educación en Jalisco, se retira.
Paso los últimos años de su vida en familia, al lado de sus hermanos y parientes. Como en su juventud seguía de cerca los acontecimientos políticos y sociales del país, con una actitud crítica, leía diariamente dos periódicos locales y uno nacional, habito que le acompaño hasta el final de sus días, cuyo fallecimiento llegó un 8 de agosto de 1988 en Guadalajara.
Irene Robledo García mujer inquieta y fecunda, con su gran visión de futuro dejo para todos los jaliscienses una rica herencia de la universidad de Guadalajara: un ejemplo insigne de rectitud, servicio, honestidad, responsabilidad, humanismo y una preclara ideología social.
Se le ha considerado bastión de la educación y pilar en el desarrollo del trabajo social en Jalisco. De ahí que en 1972 recibe el doctorado honoris causa, como fundadora de la universidad de Guadalajara. Su obra constituye una lección de amor a la humanidad y su memoria ha de perdurar en las actuales y futuras generaciones de trabajadores sociales.
La carrera de trabajo social en el periodo de 1953 a 1972, fue considerada una carrera técnica; a partir de ese año, pasa a ser una carrera con el grado de licenciatura. Según refiere la Dra. Irene, el primer grupo de licenciadas fue alrededor de treinta.
Actualmente egresan de la universidad de Guadalajara un promedio de 180 licenciados de trabajo social.
La licenciatura en trabajo social recibió el pasado marzo 2004 la acreditación, reconocimiento público que otorga ACCECISO, (Asociación para la acreditación y certificación en ciencias sociales, A, C), en el sentido de que cumple con criterios, indicadores y parámetros de calidad en su estructura, organización, funcionamiento, insumos, procesos de enseñanza, servicios y resultados; considerando también la pertinencia social de sus programas Por parte de en septiembre del mismo año, recibió la certificación llevada a cabo por las CIEES, interinstitucionales de evaluación de la educación superior, el cual otorgo el nivel 1 a la licenciatura en trabajo social, distinguiéndola como una institución de calidad en el más alto rango, ahora les corresponde a la comunidad educativa de autoridades, docentes y estudiantes seguir trabajando por mantener y acrecentar la calidad; en tanto a los egresados ganar un mayor reconocimiento con sus ejercicio profesional.

Dorantes González A. et al. “Irene Robledo García”. Universidad de Guadalajara y el Instituto Nacional de Antropología e Historia. 1995.
Etienne de Padilla Patricia María. “vida y obra de la Dra. Irene Robledo García. Testimonios del siglo XX”, Instituto cultural Ignacio Dávila Garibi, A, C. Auspiciado por la cámara nacional de comercio de Guadalajara. 1983.
Hernández Barbosa. et al. “Irene Robledo García. Datos biográficos”. Recopilación del gobierno del estado de Jalisco, 1990.


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